martes, marzo 29, 2005

La Librería (segunda entrega)

Fundé la librería cuando apenas consideraba que la lectura era un entretenimiento. El día de la apretura se respiraban aires de impetuosidad, “la librería más extensa de toda la ciudad” se decía entonces, no se perfilaban por ningún lado esas grandes cadenas de hoy en las que no se encuentra nada... aparte de libros... A pesar de la gran afluencia de personas, sentí que estaba solo entre una multitud de soledades, primero con la gente, absorbida por sus estúpidas observaciones y su admiración por lo que no entendían, y cuando estos se fueron uno por uno de mi vida, empecé a sentir la soledad de la librería, la soledad polifónica de la que escribí antes.

Eventualmente la librería se transformó en mi biblioteca personal, había leído todos y cada uno de los textos dispuestos en cada estante, los libros se transformaron en un modus vivendi, no más simple un entretenimiento bibliófilo. La brecha entre el mundo ficcional y la realidad se estrechaba con el pasar de los años, una extraña fe invadía mi espíritu con cada página que pasaba, con cada libro que leía. Sentía la necesidad de llenar los espacios que había dejado un mundo sin respuestas, un mundo inverosímil, mal escrito, una tachadura en el universo.

Cierto porteño invidente tuvo razón en pensar que el universo podía ser dispuesto o imaginado tal vez como una biblioteca, en mi caso una biblioteca prostituida por el comercio... pero ese no es el tema de mi relato, aquellos problemas ético-morales los dejo para esos metafísicos de la escasez que se debaten entre el ‘arte’ y la reproducción mercantil, aquellos que no ven el fondo del problema porque son producto del mismo. Deslumbrados por el horror de la ‘desilusión estética’ siguen abogando por la construcción de murallas, de fronteras entre el hombre y un mundo que quiere de alguna manera comunicarse con él.

No quiero adelantarme. Contaba que con el pasar de los años una fe adictiva iba dictando las pautas de mi comportamiento. Encontraba en Aquiles la voluntad y la fuerza para enfrentarme al cobrador de impuestos, en Dante la paciencia y el valor para retirarme todos los días del paraíso que era la librería, pensando que tal vez no iba a estar allí a la mañana siguiente, encontraba en Desdémona el amor y la entrega para no descalabrarme cuando la literatura me engañara o resultara incomprensible para mí.

Todo, absolutamente todo mi mundo se encontraba filtrado por toneladas de papel y tinta que de una forma u otra lograron desdibujar mi individualidad y rehacer en mi persona un títere de la ficción.

lunes, marzo 28, 2005

Frágil


Tan frágil y tan ligera, pequeña caja de ideas.
¿Cuántas manos se han posado sobre ti?
Cuantas verdades quieres revelar,
Y cuantas mentiras ocultar

Tanto miedo me da sujetarte,
Tanto miedo de que te hagas pedazos
Que mi tosquedad no dañe cuerpo.

No necesito abrirme paso dentro de ti
Porque te abres al ritmo de mi voluntad.

Los portales de tu exterioridad
esconden tras su abertura el olor más divino
y el más sospechoso a la vez.

El de un libro viejo o el de una mujer.

miércoles, marzo 09, 2005

Metafísicas de la negación

Daniel Certain Sintjago.

A continuación haremos un rastreo de la negación como principio, partiendo de la idea de que esta no puede ser fundamento para ninguna ideología, ya que ello constituiría su propia anulación, su transmutación en discurso metafísico o incluso la afirmación inconsciente de lo que se pretende anular. En esta ponencia deconstruiré hasta cierto punto los discursos del ateísmo militante, el anarquismo y de la negación marxiana de la religión, desmontando sus fondos y tratando de dejar a la vista sus cimientos.

Se ha creído constantemente que la negación es el instrumento para la anulación de ciertos símbolos, sin embargo, aquí trataré de demostrar que la necesidad que tiene el hombre por rellenar sus vacíos, así como el profundo enraizamiento del logocentrismo ya inmerso en el esquema de la sociedad, produce en aquellos que se limitan a negar y a permanecer en su negación creyendo que ella misma significa algo, un error fundamental, una metafísica del vacío.

1.- El ateísmo como culto a la negación.

Cierto ateísmo militante es especialmente característico en el problema de fundar verdades sobre la negación. La palabra ateo proviene del griego atheos, que se compone de a=no o sin, y theos=dios, y significa sin dios.

Obviamente para ser ateo, es decir, para anular de nuestro discurso el “valor real” del símbolo Dios, debe haber una negación previa de su figura y de todo lo que representa, pero en ciertos casos, la necesidad que experimenta el hombre de llenar el espacio dejado por Dios, es tan fuerte que necesita suplantar su figura por otra que vaya acorde a su nueva experiencia. Podemos observar dicho comportamiento en la Revolución Francesa, cuando se quiso suplantar la figura del Dios cristiano por la Razón, creando una especie de culto pagano alrededor de su figura.

Se observa que en el ateísmo se hace de la incredulidad una creencia, cuando a su negación de Dios se le atribuyen una cantidad de valores que no están realmente implícitos en la negación en sí: Tenemos la referencia cercana y conocida de una organización sin fines de lucro que se reúne en EEUU en torno a su no-creencia en Dios. American Atheists, un grupo relativamente numeroso de ateos norteamericanos que se encarga de promover el ateísmo y que basados en la primera enmienda de la constitución de los Estados Unidos, lucha por la separación entre la religión y el Estado, en todas sus instituciones.

A pesar de que sus objetivos parecen claros, dan muestras, en sus declaraciones y principios, de lo que expusimos anteriormente.

[Un Ateo se ama a sí mismo y a los demás en vez de Dios. Un Ateo acepta que el paraíso es algo por lo que se debe trabajar ahora –aquí en la tierra– para que todos los hombres lo disfruten. Un Ateo acepta que no será ayudado a través de plegarias, pero que debe encontrar en su interior la convicción y la fuerza para encontrarse con la vida, para luchar por ella, dominarla y disfrutarla. Un Ateo acepta que sólo en el conocimiento de sí mismo y en el conocimiento de los demás encontrará el entendimiento que lo llevará a una vida plena.]

La frase anterior, de Madalyn Murray O’Hair, fundadora de American Atheists, comprueba la sospecha. La necesidad que existe entre los ateos, de ser aceptados en una sociedad de creyentes, puede ser quizás la razón por la cual a su ateísmo le atribuyen una cantidad de valores que no necesariamente son intrínsecos a él. A falta de un Dios que rija a los hombres con su moral igualadora, el ateo busca una reconciliación con esta sociedad creyente mediante una tabla moral semejante a la de la mayoría, pero que se ajusta en apariencias a su negación de Dios.

“El ateo como amante de la sociedad, como humanista puro y ser racional, pero rebelde ante la autoridad moral de la jerarquía religiosa”. Esa es la imagen recurrente que grupos como American Atheists o Atheists United tratan de imponer al ateísmo, no con mucho éxito.

En algunos casos el vacío dejado por Dios puede ser tal, que incluso la negación puede bañarse con cierta religiosidad. Es lo que ocurre con grupos como Estudio Ateo, que contra la religión promueven el cientificismo y la intolerancia hacia los creyentes, de forma casi dogmática, repitiendo prácticas semejantes a las de la religión, por ejemplo, estableciendo un Credo Ateo, símbolos de culto “irreligiosos” e incluso creando un registro de apóstatas.

De alguna manera, también el nihilismo puede ser una forma de culto a la negación, cuando este se lleva a un estado tal en que no sólo se niega la idea de Dios, sino toda moral, toda verdad e incluso todo respeto por la vida. En esta falta de verdades, en esta indiferencia activa, muchos encuentran una afirmación de sí mismos, se sienten elegidos de la nada. “Si nada es cierto todo está permitido”, es en muchos casos su principio, ignorando que han llegado a ser esclavos del vacío.

2.- La negación como principio social.

En el plano social y político la negación también ha servido como base ideológica. En este caso, la referencia más cercana es el anarquismo, ideología que niega la necesidad de la autoridad estatal y de las jerarquías.

Aunque este caso se da de manera diferente en ciertos aspectos resulta muy similar al ateísmo militante, ya que atribuye una cantidad de supuestos y verdades a la idea de anarquía, que por sí sola nada tiene que ver con ellos.

Cuando buscamos el significado de la palabra anarquía, encontramos incluso discrepancias a la hora de establecer su significado. Según palabras de Nelson Méndez y Alfredo Vallota en Bitácora de la Utopía: Anarquismo para el siglo XXI, la palabra anarquía viene del latín an=sin, y arje=principio, y significa sin principio.

La ausencia de moldes obligatorios ocurre porque el anarquismo rechaza la existencia de un principio único, atemporal, suprahistórico, revelado por algún dios o por un ser privilegiado que ordena y manda sin apelación. [Méndez, N., Vallota, A: Bitácora de la Utopía: Anarquismo para el siglo XXI. 2000, p. 7]

En otros textos encontramos que la palabra anarquía proviene del griego anarchos, que se compone del prefijo A, que significa "no," "la falta de," "la ausencia de," o "la carencia de", más archos, que significa soberano, director, jefe, la persona a cargo de, comandante; y significa sin gobierno o sin autoridad.

Como puede verse, el estricto significado original del anarquismo no era simplemente "sin gobierno". "Anarquía" significa "sin soberano" o más en general "sin autoridad", y es en este sentido que los anarquistas han usado continuamente la palabra. [Maximoff: La Filosofía Política De Bakunin: El Anarquismo Científico, p. 271]

Generalmente es esta última definición de la palabra anarquía la que se toma en cuenta en las filas del anarquismo, y será sobre esta que trabajaremos. El hablar de negación de la autoridad resulta lo suficientemente ambiguo como para tener certeza de lo que la palabra quiere decir en cada contexto. Cuando revisamos la interpretación que se le ha dado a través de la Historia, vemos que en general se le asocia con el desorden, con el caos, lo que no ha facilitado para sus militantes su aceptación en la sociedad.

Al igual que el ateísmo militante, los anarquistas fundan todo un sistema de pensamientos y valores sobre una negación, en este caso la negación a la autoridad y el Estado. A esta negación, a la anarquía, los anarquistas le han adjudicado una cantidad de valores, tan grandes y tan diversos que ha terminado fragmentándose en un sin fin de ramas que en ocasiones chocan las unas con las otras. Las interpretaciones sobre la anarquía son tan diversas que lo que para unos es la anarquía, para otros es, irónicamente, la autoridad a derrocar; sin darse cuenta, ninguno de los dos, de que la anarquía como tal, semánticamente, no designa más que la negación de un concepto (en este caso el Estado), y no la afirmación de otro.

En algunos períodos de la historia ácrata, como también es llamada la anarquía, se ha tratado de desechar la palabra para cambiarla por algún otro término que implicara una afirmación, como por ejemplo, en la guerra civil española trató de llamársele Comunismo Libertario, título que sí implica por sí mismo un planteamiento claro y afirmativo.

Este tinte negativo que tiene la ideología, penetra en sus filas que quedan al final como meros denunciantes de la “maldad del Estado”, y que en pocas ocasiones trabajan para la instauración de su sistema. Haciendo así que su meta se vea cada vez más lejana, llegando incluso a convertirla en una especie de proyección metafísica.

3.- La negación del ideal.

Si seguimos parte de los principios de Feuerbach para su crítica de la religión, y los aplicamos al anarquismo, obtendremos interesantes respuestas sobre la transmutación del fin “tangible” anarquista, a lo que ahora llaman simplemente utopía.

Feuerbach propone que la religión, y Dios, son reflejos del ser humano, que ante su decepción de sí mismo atribuye a esas figuras, (creadas por el hombre), todos sus atributos y virtudes, convirtiéndolas en sus ideales.

Aplicando el mismo principio al anarquismo, podremos dar un diagnóstico quizás cercano a la realidad. ¿Será que el fracaso histórico del anarquismo ha hecho que se haya alienado a sí mismo, alejando de tal modo sus virtudes y sus ideales hasta convertirlos, casi con orgullo, en utopía?

Hablar de utopía es negar el fin, es hacerlo más lejano e incluso darle un aire metafísico que no es posible alcanzar simplemente con la lucha social. Quizás sea un recurso para engrandecer su fin y por lo tanto su labor, o quizá para justificar su fracaso.

4.- La negación como síntesis de lo negado.

A diferencia de los casos que pudimos apreciar anteriormente en el sentido de la represión del vacío, existe otro caso especial de negación en el que a través de ella, se sintetiza el fondo de lo que se quiere anular.

Aquí volveremos sobre Feuerbach, y más específicamente sobre Marx, quien fue heredero del primero en el aspecto que vamos a tocar. Se trata de la negación de Marx de la religión, basada en el análisis de Feuerbach sobre la relación entre religión y antropología.

Como lo dijimos antes, Feuerbach propone que la religión y Dios son reflejos del ideal humano, de las virtudes humanas, que volverán al hombre cuando éste tenga una conciencia de sí mismo mucho más profunda mediante la antropología y la filosofía, podríamos agregar, la psicología.

En este punto Marx marca distancia de Feuerbach. Para Marx la idealización de Dios, y la religión, eran productos de la alienación económica y social que el hombre había sufrido en el transcurso de la Historia, por lo tanto requiere otra solución diferente a la que propone Feuerbach. Veamos parte de la visión del más allá y de Dios que tenía Marx:

El hombre, que sólo ha encontrado en la realidad fantástica del cielo, donde buscaba un superhombre, el reflejo de sí mismo, no se sentirá ya inclinado a encontrar solamente la apariencia de sí mismo, el no-hombre, allí donde lo que busca y debe buscar es su verdadera realidad. [Marx: Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel.]

Este planteamiento abre las puertas a la necesidad del hombre, según Marx, de reestablecer el orden real de las cosas, invirtiendo el papel entre el cielo y la tierra. Marx no quiere que el hombre suba al puesto que ocupan Dios y la religión, sino por el contrario demanda que sean Dios y la religión los que bajen a donde está el hombre. La anulación de la religión se da precisamente, y es tarea de la Historia, al eliminar la separación entre el más allá y el más acá.

La abolición de la religión en cuanto dicha ilusoria del pueblo es necesaria para su dicha real. La exigencia de abandonar sus ilusiones sobre su situación es la exigencia de que se abandone una situación que necesita de ilusiones. [Ibidem]

Empieza el planteamiento: la necesidad del hombre por alcanzar la dicha real, se consumará cuando el hombre corte las brechas que lo separan de la felicidad anhelada y adjudicada al más allá, y la realidad que exige una felicidad tangible y real.

Pero el fin terminal de Marx no se deja ver sino hasta el final del párrafo donde plantea lo que es para él la culminación del ejercicio dialéctico que se ha llevado a cabo durante la Historia.

De tal modo, la crítica del cielo se convierte en crítica de la tierra, la crítica de la religión en la crítica del derecho y la crítica de la teología en la crítica de la política. [Ibidem]

Lo que hace la diferencia entre personajes como Nietzsche y Marx, sobre la negación de la religión, es que el primero, en su ateísmo, niega todo aquello en que está involucrado al símbolo Dios, niega sus meta-relatos: se separa de su moral, de su ética, de sus valoraciones de lo “Bueno y lo Malo”, de su metafísica. Mientras que la crítica de Marx se basa justamente en la intangibilidad del paraíso cristiano, y su negación de Dios resulta la afirmación del ideal religioso. El traslado de lo metafísico a lo físico es la síntesis final de la moral y la ética cristiana, no su aniquilamiento.

Si volvemos a la primera parte de nuestro trabajo nos daremos cuenta que la necesidad de encajar que tienen los ateos militantes en la sociedad, los lleva, en último término a afirmar aquellos valores e ideales a los que aspira la misma religión. Echemos un vistazo a un fragmento de la cita de American Atheists: “Un Ateo acepta que el paraíso es algo por lo que se debe trabajar ahora –aquí en la tierra– para que todos los hombres lo disfruten.” Lo que cambia es la ubicación del paraíso y no su significado.

5.- La metafísica del vacío.

Al parecer, el traslado del paraíso, del cielo a la tierra, lo acercó y lo volvió una posibilidad real para todos aquellos que buscaban la emancipación. Sin embargo, la carga metafísica de dicha afirmación sigue presente cuando se le impulsa al trabajador a dar la vida por su paraíso y cuando la promesa de dicha meta se hace a futuro, por siempre a futuro sin llegar finalmente al anhelado término.

Si bien para unos el paraíso se logrará a través de los mandatos de Dios, y del cumplimiento de los principios básicos, para otros se hará mediante la Revolución y la Dictadura del Proletariado, ambos, tanto la metafísica cristiana como el comunismo científico, aplican un discurso igualador que promete que al llegar a la meta, las desigualdades terminarán de una forma u otra.

El hombre que antes era igual ante Dios, con el comunismo se hizo igual ante la nada. Pero su tragedia yace precisamente en que no pudiendo deshacerse de su metafísica, pero no pudiendo volver a sus antiguas creencias, el comunista se construyó una metafísica del vacío.

Albert Camus resume esta relación de la siguiente manera:

El socialismo no es sino un cristianismo degenerado. Mantiene, en efecto, esa creencia en la finalidad de la historia que traiciona a la vida y a la naturaleza, que substituye a los fines reales con fines ideales y contribuye a enervar las voluntades y las imaginaciones. [Camus, A: El hombre rebelde. 1975, p.63]

6.- La presencia del Rey.

Así como en el cuadro Las Meninas de Velásquez, la escena se ve signada por la presencia de un Rey que no se ve, un Rey que determina la posición de quienes son representados en el cuadro, de quienes realmente aparecen en él, el símbolo signa con su presencia invisible y oculta, aquellos espectros en los que parece no encontrarse. Quienes creen haberlo anulado sólo con la mera negación de este, se ven condicionados por su ausencia, por su aparente ausencia, sin darse cuenta de que ahora reside precisamente en el vacío, en el espacio en blanco que no se ve.

Todos se ordenan como el Rey lo disponga, así sea para ser representados en la propia representación de la ausencia de su majestad. Tal vez encontremos respuestas allí donde se posa el artista para poder construir nuestra propia escena y no estar sujetos a la vista ineludible del símbolo.

martes, marzo 08, 2005

Mi ruptura con el anarquismo

[El siguente articulo del 2003 fue escrito para ser publicado en el periodico anarquista El Libertario, pero luego de varias discusiones fue rechazado. Yo lo considero el umbral entre mi periodo anarquista y mi actual postmodernismo]

El dedo en la llaga

“En cuanto a nosotros, socialistas revolucionarios, les decimos tanto a los artistas como a los Literatos: Nuestro ideal es el derecho y la verdad. Si no sabéis construir arte y estilo con esto, ¡atrás!, no tenemos necesidad de vosotros.”
Pierre-Joseph Proudhon. Sobre el principio del arte y sobre su destinación social.

“¿Quéeeeee?”
Dionisos.

Mientras los intelectuales anarquistas siguen en búsqueda del anarquismo puro y los pequeños grupos libertarios tratan de encontrar su razón de ser, reflexiono y me pregunto “¿es el anarquismo una muestra más del espíritu de pesadez heredado de la modernidad?”, y lamentablemente encuentro respuestas perturbadoras.

¿Existe realmente una dicotomía entre la “anarquía” y el “anarquismo”?, ¿entre el estado en que se encontraría una sociedad sin Estado y sin autoridad; Y la ideología que clasifica, ordena y divide en categorías, corrientes e “ismos” la esencia de esa sociedad “libertaria”?, Sí. Obviamente una idea de “anarquismo” sería imposible en la “anarquía”, así como una idea de Pueblo, sería imposible en una sociedad sin Estado, o una idea de progreso y futuro, en una cultura sin Historia.

El anarquismo da vueltas sobre su propio eje, se marea y se cae sin levantar la menor partícula de polvo, tiene zapatos de cemento y se cubre con conceptos generados por el Estado, incluso tiene el descaro de autodenominarse “democrático”, cayendo en falacias y hoyos sin profundidad, diría más aún, sin superficie.

Los anarquistas caemos en el juego de sistematizar nuestros propios valores y de proclamar a toda voz que la autogestión es un tipo de orden, que el apoyo mutuo es la mejor forma de organización, y al final el anarquismo termina siendo otra forma más de tiranía sobre los impulsos vitales y sobre los sentidos. Es incluso absurdo que gastemos saliva y neuronas tratando de explicarle a alguien cómo funcionaría esa sociedad anarquista, cuando el futuro es otro concepto generado por la cultura patriarcal y machista, que haciéndonos mirar hacia el horizonte nos hace olvidar el abismo que tenemos bajo los pies.

¿Qué pasa entonces con la herencia de “nuestros” filósofos y pensadores?, ¿Qué pasa con Bakunin, Kropotkin, Malatesta y Proudhon?, ¿Con quienes dieron la vida en las barricadas?, pues debemos quemar sus libros con el fuego de nuestra inocencia y nuestro olvido, porque el olvido es una forma de salud. No podemos quedarnos viendo nuestras cicatrices y seguir haciendo tertulias sobre la muerte de Sacco y Vanzetti.

La sociedad anarquista, como la plantea el anarquismo, es un absurdo; simplemente porque el anarquismo también esta fundado sobre el mito de la escasez y siempre ha visto las cosas desde la perspectiva de la miseria y la superpoblación. Gastamos miles de horas y hojas escribiendo sobre como se solucionarían los problemas de la desigualdad en una sociedad anarquista, prácticamente utilizamos la misma fórmula dietética del capitalismo y del marxismo para tratar de captar adeptos y nos llenamos la boca diciendo lo mucho que hemos estudiado y seguimos estudiando el pensamiento anarquista, lo mucho que pasamos leyendo y analizando los textos de nuestros padres filosóficos, cuando en la anarquía seguramente las bibliotecas no existirían. Incluso el arte lo hacemos aburrido.

La anarquía no es un concepto, la anarquía es un valor, es voluntad de poder, es abundancia, arte y erotismo; jamás organización, orden y progreso. La anarquía es una niña que juega al escondite, no un hombre fuerte que se alza frente al Estado y sale a liberar al Pueblo de la opresión.
En la anarquía no se hablaría jamás de libertad, porque no se conocería la opresión o esta sería llamada de otro modo, como “coco” o “brócoli”. Así de simple, nisiquiera conoceríamos el arte como arte, sino como vida y pasión.

Al final el anarquismo sería un imposible e incluso la palabra anarquía se confundiría con un chasquido de dientes sin significado. Aprender a olvidar lo que el desierto nos ha estampado en la piel, reinventarnos constantemente a nosotros mismos a través de la risa y fundirnos con la naturaleza y el caos de la vida, eso es la anarquía.

El anarquismo es sólo otra forma de opresión...

“Tenemos que rehacer la educación de las mujeres e inculcarles las siguientes verdades: El orden y la limpieza de la casa valen más que un salón revestido de cuadros de maestros (...) La mujer es artista; justamente por ello le han sido adjudicadas las funciones del hogar. ¿Se imagina alguien por azar que va a emplear su tiempo haciendo acuarelas o cuadros al pastel? (...) Tenemos que renunciar a nuestras costumbres bohemias, realizar largos estudios, sumergirnos durante diez y quince años en los trabajos mecánicos...”
Pierre-Joseph Proudhon. Sobre el principio del arte y sobre su destinación social.
Daniel Certain Sintjago.